Trabaja hace 49 años en el Jardín Botánico. Viajó por todo el país para traer las plantas.
Pese a que desde hace siete años Miguel Antonio Quintero se pensionó de su trabajo en el Jardín Botánico de Bogotá (JBB), sigue madrugando sin falta para ir a la sede de esa entidad y continuar con su labor de germinar las semillas de los futuros árboles que se sembrarán en la capital.
A esta labor le ha dedicado 49 años, luego de llegar de su natal Güicán (Boyacá), y ser contratado por Enrique Pérez Arbeláez, fundador del jardín. Desde entonces llega a las 7 de la mañana para cruzar las puertas de la sede, en la calle 63 con carrera 68. Estima que ha plantado más de medio millón de especies.
“Lo primero que hago es agradecerle a Dios, a la naturaleza, a los árboles y a las plantas por estar acá y por mi trabajo”, cuenta Miguel, quien recuerda que en sus primeros años de labores solo había tres casas en el sector y llegaban venados desde los cerros hasta el predio del JBB.
En aquellos días sembró con Pérez Arbeláez los primeros robles y palmas de cera que no superaban los dos metros de altura, pero que hoy se ciernen sobre el jardín y sobrepasan los diez metros. “En 1968, cuando llegó el papa Pablo VI, construyeron la avenida 68 y la calle 68. A esas vías se les puso ese número de nombre, no porque correspondía a la dirección sino porque fue el año en el que se construyeron”, afirma, mientras lava semillas.
“Lo más importante es el riego, para que la plántula pueda crecer. Nosotros le ponemos un abono que elaboramos en el mismo Jardín”, continúa, revolviendo la tierra en las bolsas donde se desarrollan los árboles que embellecerán y le regalarán oxígeno a la ciudad.
Para que nazca un individuo verde en Bogotá, Miguel recolecta las semillas de las especies que han crecido en la entidad. “Contamos con cajetos, robles, palmas de cera, palma Alejandra, siete cueros, los ocobos, gualanday, alcaparros enano y gigante, pinos colombianos”, explicó el jardinero, que con sus propias manos trajo los simientes que dieron origen a buena parte de las plantas que se exhiben en el lugar.
“Las semillas que recolectamos tienen que ser de árboles buenos, fuertes y potentes, para que los hijos sean iguales”, precisa.
En páramos, desiertos y hasta en la selva amazónica ha estado Miguel para conseguir esos ejemplares. “De excursión en excursión traíamos con Pérez Arbeláez las planticas. Las primeras fueron palmas de cera, robles, el café, cauchos sabaneros. El fundador me decía: ‘chino, aliste la maleta que nos vamos para el Quindío’, y nos íbamos en su camioneta”.
La idea era poder tener especies de los diferentes pisos térmicos del país para hacerlos crecer en los invernaderos de la entidad.
Pero no todo fueron buenos tiempos. También hubo crisis para la entidad, que Miguel ayudó a superar. “En la primera alcaldía de Antanas Mockus (1995– 1997) se acabaron las entidades oficiales, entre ellas Obras Públicas, que se encargaba del Jardín, y lo cerraron más de un año. A mí me daba pesar que se secaran las plantas, así que venía y pedía permiso para regarlas. No me importaba no tener un salario”.
Y así como los retoños, la entidad renació, Miguel fue llamado a una convocatoria y regresó a laborar en su querido ambiente.
Ahora afronta un reto: “Hay que sembrar muchos árboles. Pasará mucho tiempo antes de que se pueda restaurar todo lo que hemos perdido en la ciudad”, concluye, acariciando una de sus mejores amigas, las plantas.
Más de 55 mil siembras:
El Jardín Botánico de Bogotá ha sembrado entre 2012 y 2017, 55.168 árboles en espacios públicos de 19 localidades. Además, ha plantado otros 84.000 en procesos de restauración ecológica en los cerros orientales y en los parques Nacional, La Florida y Cantarrana. Kennedy, con 12.208; Suba, con 6.456, y Bosa, con 6.204, son las localidades en las que más se han sembrado árboles desde el 2012.