

En una ciudad donde las calles son testigos de innumerables historias invisibles, un grupo de ciudadanos que habita y transita Bogotá encontró un nuevo rumbo, la conexión con la naturaleza. No eran turistas ni caminantes domingueros, eran personas que, por primera vez en mucho tiempo, sintieron que el territorio les pertenecía.
Durante ocho sesiones en campo, lideradas por el Distrito, caminaron no para sobrevivir, sino para descubrir. Recorrieron quebradas como La Vieja y Morací, ubicadas en Chapinero, escucharon el sonido del agua y aprendieron a nombrar aves, árboles y plantas con una curiosidad que los devolvió a la infancia.
Los procesos Raíces de Calle y Calle y Territorio: transformando realidades a través del ambiente, desarrollados gracias a la articulación entre la Secretaría Distrital de Ambiente, la Secretaría de Integración Social y Promoambiental Distrito, abrieron un espacio para que 20 personas, provenientes de Chapinero, Usaquén, Suba y Teusaquillo, vieran en el ambiente una oportunidad de transformación y no solo un paisaje ajeno.
La naturaleza es de todos
En los recorridos por las quebradas, aprendieron sobre biodiversidad, cuencas hídricas y ecosistemas urbanos. Además, tomaron conciencia de que cuidar el agua es cuidar la vida y que la basura mal dispuesta es un reflejo de cómo tratamos el entorno y a quienes lo habitan.
Un oficio que transforma
A través de Raíces de Calle, se tendió un puente entre los recicladores de oficio y la ciudadanía. Quienes recorren a diario las calles recolectando lo que otros desechan compartieron su experiencia, lideraron actividades de cuidado colectivo del espacio público y transformaron sus carretas: las limpiaron, las pintaron y les dieron un nuevo significado, como una forma de dignificar su labor y hacerse visibles desde el color y la acción.
A su lado, comerciantes y vecinos comprendieron que separar los residuos no es suficiente, hay que hacerlo con respeto y conciencia hacia quienes cumplen esta labor. Las jornadas incluyeron ejercicios prácticos, espacios de autocuidado y momentos de encuentro en torno a un mensaje poderoso en una ciudad que se cuida: aquí hay espacio digno para todos.
Reconocimiento a la participación
El 2 de mayo, en el auditorio de la SDA, 20 personas recibieron su certificado de participación en estos procesos. No fue solo un papel: fue un símbolo de reconocimiento. Ahí estaban sus nombres, sus rostros y sus historias, esta vez reconocidas con respeto y orgullo.
A lo largo de los procesos, se consolidaron 8 sesiones ambientales en campo y se sumaron a un esfuerzo mayor: más de 60 procesos de participación ciudadana ambiental en 2024 y 35 más registrados en lo que va de 2025, con los que se ha cobijado a una población cada vez más diversa en las 20 localidades de Bogotá.
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Lo que sigue
Estas experiencias fortalecen la cultura ambiental de la ciudad y se alinean con la Política Pública para el Fenómeno de Habitabilidad en Calle, al visibilizar el potencial transformador de esta población en la construcción de territorios más humanos, sostenibles e inclusivos.
Tras la certificación, se proyecta la continuidad y expansión de estos procesos en otras localidades de Bogotá. El propósito: consolidar una ciudad ambientalmente consciente, donde todas las personas, sin importar su condición, tengan un lugar en la construcción colectiva de un entorno más justo y habitable.
“Porque cuando el ambiente se convierte en camino, también puede convertirse en hogar”, dijo Ernesto Conde, uno de los participantes.
