De los que caen en manos de traficantes o sufren de tenencia ilegal, solo 30 % se logra recuperar para volver a su hábitat natural. Las demás especies deben ser reubicadas en zoológicos y bioparques o quedarse en centros de rehabilitación de fauna. Ayer se incautaron 216 ranas venenosas.
En Bogotá hay quienes han tenido como mascotas loros, tortugas, canarios y hasta monos. La práctica de domesticar animales silvestres permanece en la cultura. Sin embargo, estos ejemplares, lejos de ser animales de compañía, son especies que necesitan un entorno natural para desarrollarse de manera adecuada; de lo contrario, las consecuencias son fatales. La poca conciencia y el desconocimiento de los ciudadanos son aprovechados por los traficantes de fauna, que han convertido a Bogotá en uno de los principales destinos para sus negocios ilegales.
“Los animales son ofertados en redes sociales, tiendas y viviendas. Cada especie tiene un valor diferente. Por las aves, por ejemplo, cobran entre $60.000 y $100.000, mientras que las serpientes alcanzan precios que oscilan entre $1’000.000 y $1’500.000”, afirmó Francisco Cruz Prada, secretario Distrital de Ambiente.
Por ello, en un intento por eliminar esta práctica, la Secretaría, junto a los grupos de protección ambiental y ecológica; la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía, y el Instituto de Protección y Bienestar Animal (IDPYBA) realizan actividades de control en la terminal de transporte, el aeropuerto, plazas de mercado y empresas de encomiendas, para recuperar, rehabilitar y, finalmente, liberar los especímenes, en su mayoría sacados de la Orinoquia.
Ayer, por ejemplo, las autoridades encontraron 216 ranas venenosas, en un baño del aeropuerto El Dorado, que iban a ser llevadas ilegalmente a Alemania en empaques de rollos fotográficos. En el país europeo cada espécimen podría valer hasta $6 millones en el mercado negro, lo que hace del tráfico un atractivo negocio.
Sin embargo, la incautación no solo se da por mecanismos como operativos de rutina, también gracias a las denuncias ciudadanas. Según la Secretaría de Ambiente, al mes se reportan en llamadas, correos y redes sociales casi 50 casos, que terminan en la incautación de 20 o 30 animales. “A lo largo de la administración hemos recuperado 6.992 ejemplares que han ingresado al centro de fauna silvestre. Este año hemos realizado 48 actividades de control y recuperado más de 1.020 especímenes”, señaló Cruz.
Luego de la incautación:
El tráfico de fauna genera daños graves y hasta irreparables. Por ejemplo, las aves (como loras, guacamayas y pericos) están entre los más afectado por tenencia ilegal. Algunas, como muestra de su pérdida de instinto, tienen vocalizaciones humanizadas, corte de plumaje, poca capacidad para el vuelo y mala alimentación.
Las especies recuperadas son llevadas al Centro de Fauna Silvestre del Distrito, operado por el Instituto de Protección Animal y la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UDCA). Algunos llegan con cuadros altos de estrés, malnutrición, deshidratación y hasta deformaciones óseas. Allí pueden durar de dos a cinco años hasta lograr recuperarse. Después se define si pueden ser devueltos a su hábitat, permanecer en cautiverio o ser reubicados.
En el centro hay un grupo de 25 profesionales, entre veterinarios, biólogos, zootecnistas y técnicos en alimentación y cuidado de animales silvestres, quienes evalúan el estado de salud de las especies, para determinar daños en plumajes, atrofias musculares, lesiones óseas y el grado de acostumbramiento al ser humano. “Los casos de las aves, en especial los loros, son los más preocupantes. A estas suelen alimentarlas con chocolate y pan, les cambian su lenguaje natural. Algunas llegan cantando rancheras y hasta llorando como bebé”, dijo Johanna Izquierdo Páez, coordinadora del Área de Fauna Silvestre.
Paso seguido se realiza una evaluación comportamental. En el caso de las aves, se analiza la capacidad de vuelo. A algunas se les atrofian los músculos corporales, pues al estar tanto tiempo en una jaula pierden su instinto de volar. El balance es que por cada 10 aves que llegan al centro solo tres logran recuperarse y vuelven a su hábitat.
En cuanto a los mamíferos y reptiles, los monos son parte de las especies que deben someterse a diagnósticos genéticos, para determinar de qué región provienen y poder llevar a cabo una rehabilitación adecuada. “Pueden ser cinco monos cariblancos, pero todos de distinto origen geográficos y esto es un aspecto definitivo, porque son animales muy sociales y si no pueden unirse a un grupo, no serán aptos para liberarlos en su hábitat natural”, agrega Izquierdo.
Cuando se cuenta con el diagnóstico físico y comportamental, se evalúan los comportamientos naturales como exploración e investigación de entornos y socialización con más ejemplares de su especie. “En este tercer paso el IDPYBA evalúa la etapa instintiva del animal, porque en algunos es indispensable; por ejemplo, que tengan capacidad de socialización para unirse a sus bandadas”, aseguró la entidad.
En caso de que el animal supere la prueba, se empieza un proceso para simular entornos naturales. “Colgamos mazorcas, racimos de chontaduro o mamoncillos, para propiciar que los animales empiecen a buscar el alimento por sí solos. Ellos van aprendiendo cómo vivir de nuevo en su hábitat. Guaridas, perchas en alturas, troncos, ramas y nidos son algunos elementos que se utilizan para recuperar el instinto animal. El aislamiento en este caso es importante”, señaló la coordinadora del Área de Fauna Silvestre.
En lo corrido del año los centros de fauna han atendido más de 3.000 animales, de los cuales 1.000 han cumplido todo el proceso. De estos, 800 han sido liberados, 32 reubicados y el resto han sido remitidos a otros departamentos del país, como Cesar, Bolívar, Meta, Valle del Cauca, Cundinamarca y Boyacá, para su posible liberación.
Denuncias:
Visibilizar y sensibilizar a las personas sobre las consecuencias de tener un animal silvestre como mascota son parte de las estrategias del sector ambiental de Bogotá, pues a veces las consecuencias de la tenencia ilegal son más graves que las del tráfico. No obstante, el sector ambiente coincide en que ha habido un cambio de cultura, pues si bien se han aumentado los operativos de control, la comunidad ha tomado consciencia de los daños que genera sacar a un animal de su ecosistema y por ello se han incrementado tanto las denuncias como las incautaciones de fauna.
Si bien se registra un avance en la lucha contra el tráfico de animales silvestres, el sector ambiente de Bogotá hace un llamado a la atención a los ciudadanos para que sigan denunciando cualquier sospecha sobre estos casos, pues se trata de un asunto que pone en riesgo no solo a los animales sino a los ecosistemas de donde son extraídos.