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Quito combate contaminación con un perfume de smog

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Un pestilente perfume denominado Polución, envasado en un oxidado tubo de escape, hace parte de la campaña publicitaria que trata de despertar la conciencia de los ciudadanos antes los altos niveles de contaminación en Quito.

La original campaña, lanzada desde la vicealcaldía de la ciudad con vistas a la presentación de una enmienda a la ley municipal, ha tomado las calles para alertar contra el que es uno de los principales problemas municipales: el “smog”. “Hemos desarrollado un perfume que es justamente a lo que olemos los quiteños producto de la contaminación del transporte público”, explicó a Efe el vicealcalde Eduardo del Pozo, con motivo del lanzamiento de la campaña.

En un retén en el casco antiguo de Quito cerca de los lugares más emblemáticos de la ciudad, algunos ennegrecidos por la polución, Del Pozo da a probar estos días su perfume a los viandantes para hacerles recapacitar y pedirles su apoyo. Tiene mal olor”, “Huele terrible”, “Cloaca” o “Feísimo”, son algunas de las reacciones a la fragancia, elaborada en un laboratorio a partir de alquitrán y carbón, y que reproduce el fuerte olor a humo que se respira en las zonas más contaminadas bajo el eslogan comercial de: “Soy el aire de Quito “.

Como fórmula de presentación, un oxidado y pesado envase de metal que se asemeja al extremo del tubo de escape de los vehículos, con el objetivo de concienciar a los viandantes del verdadero origen de la “fragancia”. “Más del 56 por ciento de la huella de carbono que generamos en nuestra ciudad corresponde a emisiones por el transporte público”, afirma el funcionario mientras acompaña a una unidad de la Dirección de Fiscalización de Tránsito en la inspección de un autobús tras otro.

En lo que va de año, se han realizado 3.264 inspecciones a autobuses, de los que 988 han sido citados de nuevo a revisión por violar la normativa. “Los señores transportistas pasan una revisión técnica vehicular anualmente, pero cuando se hacen las inspecciones (en la calle), encontramos que incumplen la norma”, sostiene Del Pozo. Y asegura que es de conocimiento público que los transportistas “alquilan unos catalizadores que disminuyen la contaminación y la polución en sus emisiones” para superar las revisiones.

Después, el inhibidor es instalado de un vehículo en otro, por lo que su enmienda exige que el número del dispositivo sea registrado para impedir su reinstalación. Del Pozo se queja además de que, con la legislación vigente, no se les puede sancionar durante la inspección callejera, sino meramente devolver a revisión. “No existe la norma para una sanción in situ. Eso es parte de lo que estamos corrigiendo con este proyecto normativo”, señala sobre su propuesta, que será elevada próximamente ante el Consejo Metropolitano.

La huella de carbono en Quito asciende a 5,1 millones de toneladas CO2eq (equivalente de dióxido de carbono) y, aunque está dentro de los parámetros permisibles, el ciudadano la respira a pie de calle porque proviene en gran medida de los tubos de escape de sus más de dos mil autobuses.

“A mí me genera tos”, se queja insistentemente al vicealcalde Etevina Villamarín, tras probar la nauseabunda fragancia “Polución”.

Otros ciudadanos le instan a tomar medidas urgentes y resolver el engaño de las empresas transportistas, que año tras año han ido dejando sus huellas en ennegrecidas vías y paredes por toda la ciudad.

Preguntado por Efe, Henry Urgiles, coordinador de la Dirección de Fiscalización de Tránsito, reconoce su impotencia frente al problema, causado también en gran medida por la baja calidad del combustible diésel que utilizan.

“Nosotros como Agencia Metropolitana de Tránsito nos encargamos de ejercer los controles en vía pública. La legislación no nos corresponde a nosotros “, indica frente a la cruda estadística de que cerca de un tercio de las inspecciones callejeras acaben en citaciones.

El alto precio de los vehículos en Ecuador, alrededor del doble que, en Europa, y las limitaciones económicas de las empresas de transporte -que prefieren reparar vehículos antiguos en lugar de reemplazarlos por más modernos- tampoco ayuda.

“Esperemos que el nuevo sistema de metro nos ayude”, comenta a Efe Alberto, un taxista que dice ser consciente del “tremendo problema” que genera el intenso tráfico en la ciudad, ubicada además a los pies de una cadena montañosa.

Construido por la española Acciona, el metro no estará listo hasta por lo menos 2019, por lo que mientras tanto la versión más original de la fragancia “Polución” seguirá impregnando las vidas de los quiteños.


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