Un grupo de estudiantes de la Universidad Pedagógica diseñó un sistema de almacenamiento y recolección de datos que permitiría medir la contaminación del agua y el aire de los ríos. Fueron los ganadores del Reto de Innovación IEEE 2017.
El Semillero de Investigación en Salud y Medio Ambiente (SISMA) de la Universidad Pedagógica Nacional lleva dos años trabajando en un ambicioso proyecto para descubrir los efectos perjudiciales del asbesto en la salud humana y el medio ambiente. Pero fueron los drones, que diseñaron como parte de esa gran investigación, los que les dieron el premio al Reto de Innovación 2017, otorgado por el Instituto de Ingeniería Eléctrica y Electrónica (IEEE), la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Aeronáutica Civil y la Red de Investigación y Tecnología Avanzada.
El desafío invitaba a los grupos y semilleros universitarios dedicados a la investigación ambiental a explorar y proponer nuevas alternativas para la adquisición de datos y medición de los niveles contaminantes de los afluentes utilizando como herramienta principal la tecnología de los drones. El SISMA propuso dos alternativas sostenibles de estos vehículos que analizarían y tomarían pruebas de los gases pesados en los ríos y las partículas contaminantes en el aire.
Estas herramientas, explica la directora del semillero, Julie Benavides, “permiten analizar de primera mano la cantidad de partículas contaminantes, denunciar su uso y prevenir enfermedades futuras como la asbestosis o el mesotelioma pulmonar, derivadas de la incubación de la fibra en los pulmones de las personas”.
Y es que hace dos años que el grupo está intentando medir el impacto de la fibra del asbesto en la salud humana y el medio ambiente. Para lograrlo, los estudiantes llegaron hasta el Embalse del Muña y la población de Sibaté (Cundinamarca), para identificar las posibles causas de las enfermedades respiratorias de los pobladores y relacionarlas con los niveles de toxicidad en el aire y el agua que producen las fábricas de asbesto de la zona.
Un caso emblemático en la lucha por clasificar este mineral como un peligro inminente para la salud es el de Ana Cecilia Niño, quien casualmente vivió toda su infancia en el barrio Pablo Neruda y que, además, es cercana al semillero.
“Aunque en 55 países ya se ha prohibido el uso de este tipo de material, no existe en el país un respaldo económico ni científico para difundir el impacto perjudicial que supondría seguir utilizando el asbesto cerca de los ríos o las poblaciones”, señala la directora del semillero.
¿Cómo funciona el sistema?
Los dos diseños del grupo SISMA presentan posibilidades alternativas de muestreo y recolección de datos. El primero es la adaptación de un dron comercial híbrido: es decir, que puede funcionar tanto en el aire como en el agua.
La idea es que este dron esté equipado con sensores GPS, sensores de gases y de temperatura, capacidad de toma de muestras de hasta 50ml y electrodos para medir metales pesados como plomo, cadmio y mercurio. Además, sus baterías se cargan con paneles solares y un equipo de análisis fuera del agua que en pocos minutos puede develar el contenido químico y orgánico de las muestras.
El segundo diseño es como un pequeño globo aerostático con una plataforma de recolección en su parte inferior y turbinas adaptadas en la parte de atrás, que puede ser manipulado y monitoreado a distancia. El globo se programa para que realice un desplazamiento de manera horizontal y que, al alcanzar la distancia adecuada, descienda verticalmente para realizar la toma de muestras.
Este dron también utiliza energía limpia y permite mostrar la presencia de gases contaminantes, como el dióxido de carbono, en tiempo récord, sin necesidad de conexión a internet, ya que (igual que el diseño principal) cuenta con un software que facilita su uso.
Por si fuera poco, todos los materiales de los dos diseños propuestos son sostenibles y amigables ambientalmente, con el propósito de que las construcciones de estos drones no aporten en el proceso de contaminación del agua y el aire.
“El factor diferencial que nos permitió ganar el reconocimiento del Innovation Challenge fue que diseñamos un sistema integrado y multidisciplinar que nos guió a través de muchas líneas de investigación y nos permitió enfocarnos, más allá del simple análisis del agua, en querer resolver una problemática real que lleva más de 50 años presentándose en poblaciones como Sibaté”, explica una de las integrantes del semillero.
Si bien el ser ganadores del reto les permitió hacerse un lugar entre los semilleros innovadores de la academia bogotana, aún creen que falta mucho camino por recorrer. Ahora tienen un reto mayor que es el de conseguir, en tres meses, el patrocinio privado para concretar sus diseños y lanzar sus primeros experimentos.
Sin embargo, afirman que el impacto que buscan generar por ahora es legal. Sostienen que las investigaciones científicas de las universidades públicas son de interés social y ambiental, por lo que esperan aportar respaldando los estudios técnicos que permitan crear proyectos de ley que solucionen las problemáticas de las comunidades afectadas por el uso del asbesto, y proponer materiales alternativos a este.
Por ahora lo que viene para éste grupo de jóvenes ambientalistas son proyectos similares de mediano y alto impacto en zonas de humedales y páramos, mientras le dan forma a nuevos programas de química computacional para continuar en la lucha por regular el uso del asbesto en el país.