Las empresas EcoWorld Technologies y Acuacare fueron seleccionadas por Bavaria para hacer parte del proceso de producción de cerveza más amigable con el medio ambiente. Fueron elegidas entre 600 iniciativas a nivel mundial como dos de los 21 ganadores de Aceleradora de Sostenibilidad.
A mediados de octubre de este año, la revista Nature publicó un estudio que dejó preocupado a más de uno. Tras cruzar variables de olas de calor, sus efectos sobre los cultivos de cebada y datos del comercio global, investigadores de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) encontraron que, incluso en los mejores escenarios de variabilidad climática, el costo de la cerveza será mayor gracias al cambio climático.
Aunque se trata de un estudio reciente, esta era una preocupación que rondaba la cabeza del grupo AB InBev, dueño de Bavaria, desde hace algún tiempo. Sabían que 36 de las cuencas de donde sacan agua para sus productos están en riesgo por problemas de calidad o cantidad, lo que equivalía a un riesgo para el 27 % de su mercado.
Como respuesta, este año AB InBev lanzó cinco metas globales de sostenibilidad sobre cambio climático, energía renovable, economía circular, agua y agricultura, con miras a 2025. “Estas metas son tan ambiciosas que sabemos que no podemos hacerlo solos”, afirmó Carolina García Arbeláez, gerente de sostenibilidad de Bavaria. “Por eso, en agosto lanzamos una iniciativa para buscar emprendedores a lo largo del mundo que nos ayuden a hacer todo el proceso de la producción de cerveza más sostenible y cumplir con nuestras metas globales.” Bajo el nombre de la Aceleradora de Sostenibilidad y con una inversión de más de US$2 millones, impulsaron una convocatoria en los cinco continentes para buscar proyectos de emprendimiento que cumplieran las siguientes condiciones: que fueran pequeñas o medianas empresas, ya estuvieran en el mercado o listas para salir a él y que estuvieran vinculadas con alguno de los 10 retos de sostenibilidad de la empresa. Tras recibir 600 aplicaciones a nivel global, terminaron eligiendo 21: d
os de ellos, emprendimientos colombianos.
A la izquierda: Nicolás Villegas y Anatolie Scurtu, líderes de la empresa EcoWorld Technologies. Creadores de Sal y Agua. A la derecha: Juan Carlos Guaqueta, creador de Lodo contaminante a abono orgánico. / Cristian Garavito – El Espectador y cortesía.
Mientras la empresa EcoWorld Technologies, liderada por Nicolás Villegas y Anatolie Scurtu, propuso soluciones orgánicas para desinfectar y limpiar los sistemas por donde pasa la cerveza, el emprendimiento Acuacare, en cabeza de Juan Carlos Guaqueta, presentó un proyecto para transformar los lodos que se producen en la planta de tratamiento de aguas residuales en abonos orgánicos útiles en agricultura.
A cada proyecto se le dará un presupuesto de US$100.000 y se le abrirán las puertas de la planta de Bavaria en Boyacá para que desarrollen una prueba piloto de aquí a marzo. Después, con los resultados en mano, viajarán a Bélgica a una conferencia anual con los directivos y CEO de AB InBev, quienes decidirán si extender la oportunidad a un plan de cinco años.
En Colombia se presentaron más de 60 emprendimientos, y como las propuestas fueron tan buenas, Bavaria decidió darles a dos empresas más un apoyo de seguimiento y mentoría. Aunque aún no se han terminado de decidir los beneficios que recibirán estos emprendimientos, los ganadores fueron las empresas Ciclo e Iluminando.
Además de buscar una cerveza más amigable con el medio ambiente, con la Aceleradora de Sostenibilidad Bavaria quiere hacer disrupciones del mercado. Si a estas empresas les va bien con sus emprendimientos, no solo se convertirán en proveedoras de Bavaria, sino que podrán ofrecerles sus servicios a otras empresas. Cambiar el mercado.
Sal y agua, una mezcla sostenible para limpiar:
En las plantas donde se hace la cerveza hay un sistema que se le conoce como el de limpieza en sitio, lo que quiere decir que la tubería por la que se transporta la cerveza de un lado a otro, como de los baldes donde se hace hasta la embotelladora, debe limpiarse. El problema es que la desinfección de estas tuberías suele hacerse con soda cáustica, un compuesto que no es necesariamente amigable con el medio ambiente.
“Lo que nosotros hacemos es crear sustitutos orgánicos que reemplazan a los químicos y no generan ningún daño ambiental, ni a los operarios ni a los equipos”, es lo primero que explica Anatolie Scurtu, socio de EcoWorld Technologies. Junto con Nicolás Villegas, su emprendimiento se convirtió en uno de los 21 seleccionados por AB InBev para empezar a hacer cerveza sostenible.
Al preguntarles qué contienen estas soluciones, su respuesta es sorprendente por lo básica: agua y sal. La diferencia es que esta mezcla entra a unas máquinas que la misma empresa brinda y la someten a un proceso conocido como electrólisis, que separa lo “aniónico de lo catiónico de la sal”. “Es como activar el agua por medio de electricidad”, explican sus fundadores. Mientras el anolito, la parte aniónica, se convierte en una solución desinfectante, el catolito, o la parte catiónica, pasa a ser un desengrasante.
Pero las ventajas van más allá. Por tratarse de soluciones ecológicas, que solo tienen agua y sal, se necesita 60 % menos de agua para enjuagar las tuberías y el tiempo en que la solución debe estar dentro del sistema es menor en un 40 %, por lo que aumenta la productividad. Igualmente, partiendo de que Bavaria, o la empresa que las use, podría hacer la electrólisis de la mezcla dentro de la misma planta, se reducirían gastos en transporte y de ese modo habría una reducción en las emisiones de carbono de esta parte del proceso de producción.
Aunque la empresa de Villegas y Scurtu lleva cuatro años en el mercado y se ha movido por varios sectores, pues la electrólisis se puede ajustar a las necesidades del cliente, entrar a las plantas de Bavaria es un paso que consideran gigante, a través del cual pueden decirles a las empresas que el agua electrolizada, el agua con sal, puede entrar a competir con químicos tradicionales que muchos creen irreemplazables.
De lodo contaminante a abono orgánico: todo sin salir de la planta de tratamiento:
Juan Carlos Guaqueta empezó su empresa, Acuacare, vendiendo plantas de tratamiento de aguas residuales para limpiar el agua residual utilizando lombrices. En ese proceso se dio cuenta de que muchos clientes, más que necesitar limpiar el tratamiento del agua, no sabían qué hacer con el lodo que se genera en las plantas de tratamiento de aguas residuales en procesos orgánicos. Usualmente, lo que se hace es pagarle por cada kilo generado a otra empresa ya sea para que lo trate o lo lleve a un relleno sanitario, por lo que este lodo termina convirtiéndose en una especie de “encarte” costoso. De hecho, Guaqueta calcula que el costo de gestionar los lodos representa entre el 70 y el 80 % del costo de mantener una planta de tratamiento de aguas residuales.
A punta de prueba y error, con la experiencia que tenía con los sistemas de tratamiento de agua y después de dos años de desarrollo encontró una solución: trasformar los lodos en abonos orgánicos con un proceso biológico que probó con éxito en la industria láctea, una de las más complejas a nivel de lodos. Lo que hizo, y lo que empezará a hacer en la planta de Boyacá de Bavaria, es implementar su proceso para cambiar la estructura física del lodo e introducirlo en los biorreactores que diseñó. Esto, explica, permite que el volumen del lodo se reduzca en un 60 %, cuando por un proceso regular de deshidratación el porcentaje solo llega al 30 %.
“El resto, el 40 %, se transforma en abono orgánico. Es decir, no se pierde nada. Y como la idea es que el proceso se haga en la misma planta, ya que los biorreactores serán instalados allá, tampoco se genera huella de carbono en el transporte. En otras palabras, se transforma un costo en un ingreso”, cuenta Guaqueta.
Durante la prueba piloto en la planta de tratamiento de Bavaria en Boyacá, se tratarían cerca de 70 toneladas de lodo, un volumen relevante para el promedio de generación de las plantas de tratamiento industrial en el país y que sería un modelo replicable a las PTAR de comunidades u otras industrias, como la láctea o la de alimentos, afirma Guaqueta.
Aunque aún no se ha definido del todo qué se hará con el abono que resulta del tratamiento de lodo, hay dos opciones en el radar. Una es que lo usen los mismos agricultores de cebada, por medio de un programa de 5.000 hectáreas de siembra que tiene Bavaria. Y la segunda es que se haga un programa de comercio con ese abono. “Actualmente, el costo de los fertilizantes es altísimo, así que otra de las propuestas es que el abono sea vendido al agro local, a precios asequibles y en donde se ahorren los costos de transporte”, comenta.
“Este proceso, que además está en proceso de patentarse, es muy bonito de ver. Porque se transforma algo que huele feo, atrae moscas, que la gente le tiene mucha pereza, en algo útil para el medio ambiente y la sociedad. Se cierra un ciclo convirtiendo el lodo en algo que se puede echar en los jardines en el mismo lugar donde se produjo cumpliendo el decreto legal que lo regula. También se podría regalar a los empleados o usar en zonas para hacer restitución de suelos que han perdido capa vegetal por minería. Es transformar un problema ambiental y económico en una fuente de bienestar social, algo altamente sostenible”.