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Niños y adultos mayores, los que más sufren con el aire contaminado Varios especialistas se suman al llamado por advertir los alcances de esta grave problemática.

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Aunque la contaminación del aire no es una causa directa de enfermedad o muerte, para la Organización Mundial de la Salud (OMS) sí constituye un factor que al asociarse con otros, como las condiciones individuales, los residuos que se respiran dentro de los hogares, el estado del clima y la calidad de los sistemas de salud, aumenta la incidencia y prevalencia de muchos males, principalmente pulmonares y cardíacos.

De acuerdo con las Guías de Calidad del Aire de la OMS, no existe un umbral de contaminación que sea seguro para la salud humana; por el contrario, y según el Observatorio de Salud Ambiental de Bogotá, se ha evidenciado que “la disminución de material particulado (MP, por sus siglas en inglés) en el aire reduce, de manera significativa, el número de consultas de urgencias y de hospitalizaciones, especialmente en niños pequeños y adultos mayores de 60 años”.

Dicha relación parece confirmarse en un estudio hecho en la Universidad Javeriana por Iván Solarte. Este neumólogo, y su equipo de investigadores, encontró que un aumento de 10 microgramos por metro cúbico de material particulado en el aire puede incrementar hasta en un 20 por ciento las consultas por enfermedad respiratoria aguda (ERA), en menores de cinco años; una elevación de entre 10 y 20 microgramos por metro cúbico de este material “favorece un crecimiento de hasta un 40 por ciento del ausentismo escolar en poblaciones expuestas”.

Gustavo Aristizábal, neumólogo pediatra y consultor del Ministerio de Salud en enfermedades respiratorias, es enfático en decir que múltiples estudios demuestran que el material particulado de 2,5 microgramos por metro cúbico (MP 2,5) es un factor determinante de la enfermedad respiratoria aguda y, a la vez, un condicionante importante de la severidad de la misma.

El especialista explica que “es claro que cuando las partículas de dióxido de sulfuro, de dióxido de nitrógeno y de ozono entran a las vías respiratorias pequeñas, causan una inflamación de los tejidos del aparato respiratorio que predispone a que las infecciones se implanten allí con más facilidad y compliquen hasta una infección viral pasajera”.

Aristizábal agrega que se ha confirmado que estas partículas dañan las cilias (sistema de limpieza del árbol respiratorio), lo que hace que el material se vaya acumulando en estas estructuras; esto causa la inflamación crónica de estructuras vitales del sistema respiratorio, lesionándolo e impidiendo la buena oxigenación.

Es importante entender, insiste el especialista, que estas partículas diminutas también transportan virus y bacterias más allá de lo que estos normalmente podrían avanzar, lo cual aumenta el riesgo de infecciones y su severidad.

Estos cuadros tienden a ser más graves en niños y adultos mayores; en el primer caso, porque sus sistemas respiratorios están inmaduros, y en el segundo, por el deterioro que ya presentan.

Sobre qué tanto incide específicamente la contaminación de Bogotá en la salud de sus ciudadanos no hay estadísticas claras. Sin embargo, sí se cuenta con reportes de los casos notificados de infección respiratoria aguda en lo que va corrido del año. De acuerdo con las estadísticas oficiales, a la fecha han consultado por esta causa 1’191.920 personas en 490 instituciones prestadoras de salud. Este seguimiento detectó la existencia de dos periodos de mayor consulta: uno entre la semana 18 y 22 (entre mayo y junio) y el otro en la semana 37 (comienzos de octubre). Los más afectados son los niños de hasta un año y los adultos mayores de 60 años. Vale decir que ambos periodos coinciden con cambios de clima, lo cual se asocia con el repunte de estas dolencias; sobre hasta qué punto la contaminación atmosférica en Bogotá puede contarse como un factor responsable, no hay mediciones específicas. Se presume, sin embargo, que esta puede exacerbar la aparición y expansión de tales enfermedades.

El neumólogo Solarte califica de “falla grave” el hecho de que las autoridades de salud y ambientales de la capital no se hayan preocupado como debe ser por estudiar un fenómeno tan serio como la contaminación del aire. Para el especialista es claro que una ciudad cada vez más deforestada, con una mayor presencia de empresas, un crecimiento exponencial de carros, motos y otros vehículos con motores hechizos (como los bicitaxis) y casi nueve millones de habitantes, tiene un aire de mala calidad.

“No hacer las mediciones adecuadas que permitan poner en marcha un plan de acción apropiado para corregir el problema y salvaguardar la salud de la población resulta incomprensible”, dice.

CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO


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