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Las nuevas especies que gracias a la paz estamos descubriendo

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Investigadores encontraron 89 especies nuevas de plantas y animales para la ciencia.

Nos han dicho cientos de veces que somos el segundo país más biodiverso del mundo con cerca de 57.000 especies registradas, con el mayor número de aves y orquídeas del planeta, y con el segundo puesto en plantas, anfibios, mariposas y peces dulceacuícolas. Sin embargo, todavía nos falta por explorar un tercio del territorio nacional donde, suponemos, habita una riqueza natural abrumadora. La paz, o al menos el posconflicto, nos está permitiendo eso: entrar a aquellos ecosistemas que durante cuatro décadas estuvieron ocupados por las Farc.

Por eso varios científicos del país se embarcaron en un proyecto de ciencia colaborativa tras la firma de un acuerdo con el grupo guerrillero. De la mano de Colciencias y varios centros de investigación, se harán 20 expediciones ya comenzaron algunas, hasta el año 2018, para conocer la biodiversidad que tenemos y saber cómo protegerla.

Hasta el momento porque seguro estas cifras seguirán creciendo se han encontrado 89 nuevas especies para la ciencia, 283 nuevos registros para Colombia y las regiones, 164 especies bajo algún grado de conservación, 100 especies endémicas y tres especies redescubiertas. También se ha podido incrementar el conocimiento en grupos sobre los que había poca información, como es el caso de los artrópodos, los hongos y los microorganismos.

La iniciativa, que hace parte del programa Colombia Bio, es una de las consentidas del presidente Juan Manuel Santos, quien aprovechando los “dividendos ambientales de la paz”, o sea el ahorro económico que tendrá el país en degradación ambiental, le delegó a la exdirectora de Colciencias y actual ministra de Educación, Yaneth Giha, poner a andar un programa ambicioso de ciencia, tecnología e investigación con especialistas de todo el mundo. La inversión será de 20.000 millones de pesos aproximadamente, más el dinero que cada centro de investigación coloca.

Los lugares para estos viajes exploratorios fueron escogidos a partir de tres criterios: que se supiera son altamente biodiversos, que no se tuviera casi información sobre ellos y que en cierta medida hayan sido escenarios del conflicto armado. Por ahora se han visitado nueve sitios: el Santuario de Fauna y Flora Malpelo; la isla cayo Serrana; las cavernas de El Peñón, Santander; el municipio El Carmen de Viboral, Antioquia; el Parque Municipal Natural Andakí, Caquetá; el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, Guaviare; el cerro Tacarcuna, Chocó, y el río Tomo junto al caño Terecay, Vichada.

“Para mí fue maravilloso poder descubrir la biodiversidad de mi región”, cuenta Luis Eladio Rentería, biólogo herpetólogo del Chocó. “Es la gran oportunidad de llegar a áreas en las que nunca habíamos estado, de entender la riqueza ambiental que tenemos, de integrarnos con las comunidades y hacer presencia en áreas tan aisladas y abandonadas”, dice.

“Lo que esperamos comunicar con todo esto no es solo para los científicos, sino para el ciudadano de a pie. El colombiano debe entender que vive en un país muy rico en recursos biológicos, debe darle ganas de conocerlo, apreciarlo, cuidarlo y defenderlo hasta el final”, expresa Andrés Barona, biólogo botánico con más de 12 años de experiencia en la Amazonia.

Barona, junto con otros 65 expedicionarios, entre ellos investigadores de Alemania, Estados Unidos, Argentina, Venezuela y Perú, hizo parte de una travesía de 20 días en el Parque Natural Municipal Andakí, a una altura de 1.500 m s. n. m. El ecosistema arrojó los datos más asombrosos entre todas las expediciones.

Allí se registraron un total de 2.700 especies, de las cuales 47 son nuevas para la ciencia (lo que significa que nunca antes se habían visto o descrito en el mundo) y 190 fueron primeros registros para la biodiversidad de Colombia (que ya existían, pero no se habían observado antes en el país).

Las jornadas de Barona empezaban todos los días a las 6 de la mañana y terminaban a las 2 de la madrugada. En el transcurso del día aprovechaba para recolectar la mayor cantidad de plantas fértiles posibles (con flores o frutos), medía el diámetro de los árboles, la altura y agarraba muestras de hojas de diferentes tamaños. Luego, en el campamento, se tomaba nota de las características que se pudieran perder con el tiempo, como el color, la textura, las resinas, el olor e incluso el sabor. A cada planta le ponía un número consecutivo de colección para que no se confundiera con las demás.

Después, como se hace un libro, de manera intercalada se ponía una planta sobre un pliego de papel periódico. Les echaba alcohol encima hasta humedecerlas y luego se guardaban en bolsas para evitar que los hongos destruyeran las muestras.

Ya en el laboratorio, el “libro” de plantas se coloca en láminas de aluminio corrugado con cartón y se mete en un horno por 48 horas a 60 grados centígrados. Al salir, las plantas ya secas, son separadas por familias y comparadas con otras especies que sirven de referencia. Si alguna de ellas no encaja con lo que se ha visto o investigado hasta el momento, se la considera como una especie nueva para la ciencia, lista a ser bautizada con un nombre y descrita en una revista científica.

El grupo del Instituto Sinchi, del que hace parte Barona, encontró 119 primeros registros para Colombia y 21 plantas, cuatro peces, seis anfibios, tres reptiles, seis mariposas y siete perifiton nuevos para la ciencia.

“Este trabajo normalmente se hace con las uñas, con muy poca financiación, así que ahora es el momento de homenajear a todas las personas que durante tantos años han intentado mostrar el conocimiento básico de nuestras especies. En el posconflicto debemos sentir que la naturaleza es parte esencial de la reconciliación”, dice Javier Barriga, coordinador de las Expediciones Bio del Humboldt.

La tarea sorprendió a todos los expedicionarios, quienes encontraron también una nueva especie de pez cavernícola ciego, un escarabajo negro que apenas mide tres milímetros, 256 colonias de corales que presentan algún tipo de enfermedad en cayo Serrana, una serpiente de árbol fantasma que solo se había visto en el año 1966, un tercer ejemplar de la serpiente cabeza oxidada para el país, un sapo que no se veía hace 41 años, un bagre que mide menos de un centímetro; incluso, se lograron marcar con etiquetas satelitales a tres tiburones ballena para monitorear sus movimientos a través de la costa colombiana.

Las próximas travesías porque es lo que realmente son se harán en Alto Patía y la Bota Caucana para estudiar artrópodos, en nevados, páramos y lagunas salinas para analizar organismos extremófilos, a cayo Serranilla y al piedemonte Andino.

De acuerdo con todos los investigadores entrevistados por El Tiempo, los ecosistemas analizados se encuentran en un estado de conservación muy alto. El conflicto armado, irónicamente, los mantuvo aislados de las garras de la locomotora minera, la deforestación, la ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y las obras de infraestructura que a su paso quiebran los distintos ambientes.

“La guerra, sin duda alguna, preservó estos territorios. La gran amenaza ahora es el posconflicto”, dice Felipe García, gerente de Colombia Bio. “Ahora es importante capacitar a las comunidades locales para que se empoderen, sepan lo que tienen, lo conserven y monitoreen”.

Y es que solo el año pasado, Colombia perdió 178.597 hectáreas de bosque, un 44 por ciento más de lo registrado en el 2015. En los siete grandes focos de destrucción forestal (Chocó, Meta, Antioquia, Caquetá, Norte de Santander, Guaviare y Putumayo) habitan cerca de 3.000 especies; de las cuales 31 están en vías de extinción.

Ahora, con la incertidumbre de la paz, ¿qué pasará en los próximos años con estos lugares? El Gobierno debe cuidarlos.

“A usted le regalaron un país que se llama Colombia y es lo único que realmente es suyo. Pase lo que pase aquí está su vida. Yo lo comparto con otros, pero este país es mío y lo voy a defender como sea”, asegura el biólogo Juan Manuel Rengifo.


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